El incienso no es una forma nueva de perfumar. Ha estado presente desde hace miles de años en el día a día de la humanidad.
Desde que el hombre aprendió a usar el fuego, descubrió que algunas maderas, resinas, hojas y raíces desprendían fragancias intensas cuando se quemaban.Los incensarios abundaban en templos, palacios y hasta en las casas más humildes. Los sacerdotes egipcios quemaban incienso tres veces al día: olíbano al amanecer, mirra a mediodía y kiphi al anochecer que era una mezcla de 16 sustancias que según el historiador griego Plutarco, calmaba las angustias y alegraba los sueños.
La primera mención expresa del incienso data del siglo XV a.C. hace 3.500 años. La encontramos en la tumba de la reina Hatshepsut, que había enviado una expedición al reino de Punt en busca de árboles de incienso y maderas aromáticas, ya que, para los egipcios, el incienso era el "aroma de los dioses".
Griegos y romanos adquirieron la costumbre de los egipcios de usar inciensos en sus ritos y ceremonias.
En la América Precolombina se usaba el copal para usos en rituales, ceremonias, en terapias y como uso medicinal.
Para los antiguos mexicanos el copal era el dios protector llamado "Iztacteteo" que significa "dios blanco", por el color del humo que emite cuando arde.
El uso del incienso es ampliamente nombrado en la Biblia, siendo parte de los regalos que los Magos de Oriente ofrecieron al niño Jesús recién nacido. Estas ofrendas fueron de oro, incienso y mirra.
En Japón el incienso entró en el siglo VI con el budismo, pues ayudaba a generar una atmósfera de profundidad y concentración en la meditación y en los rituales de los templos.
De ahí pasó a la corte imperial donde siempre había incienso para recibir las estaciones del año, para agasajar a las visitas y en rituales y ceremonias.Los samuráis perfumaban sus armaduras con incienso para crear un aura de invencibilidad. Así salían a la batalla sin miedo a la muerte.
Tampoco debía falta el incienso para firmar un acuerdo o un contrato. La sala se purificaba con incienso de maderas aromáticas.
En Japón las baritas de incienso se inventaron en el siglo XV y se popularizaron rápidamente.
Hoy en día, los japoneses utilizan el incienso a diario como homenaje a los antepasados, para revitalizarse en el trabajo o para perfumar sus hogares.
En la era Muromachi (siglo XV) quemar incienso se convirtió en un arte: Koh Do, el camino del incienso o el arte del incienso. Se trata de una ceremonia en la que se disfrutan las fragancias y se cultiva la sensibilidad. Es una experiencia estética y espiritual, una excursión del alma a través de un mundo de elegante simplicidad de acuerdo con el espíritu Zen.
¿Cómo se procede?
En una habitación tranquila los participantes sienten (escuchan) las fragancias siguiendo ciertas normas de etiqueta.
Dejan atrás el ajetreo de la vida diaria, calman la mente y dirigen la mirada hacia su interior.
Al igual que el arte floral del Ikebana, la ceremonia del té chado o las artes marciales, la maestría del Koh Do permite elevar el espíritu y profundizar en la concentración.
En esta ceremonia sólo se usan maderas aromáticas de aloe y sándalo.
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