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martes, 1 de diciembre de 2020

Aprendizajes

Dicen que cuando el alumno está preparado, el maestro aparece. Siempre creí que esto era cierto, y mis experiencias personales me lo han ido confirmando a través del tiempo. 

Es así como vino a mí este libro de El Mensaje de las Estrellas, de Max Heindel, edición de 1930.

Era el año 1981. Por aquel entonces, hacía un par de años que había ingresado en la Orden Esotérica de los Constructores del Adytum (Builders of the Adytum), la llamábamos Los Constructores del Alma, (la palabra griega Adytum significa "Santuario Interior").

Esta Orden era y es una organización filosófica dedicada a la armonización espiritual a través del estudio y práctica en la Tradición de los Misterios Occidentales. Fue fundada por Paul Foster Case y Ann Davies en 1922.  

Por aquel entonces yo empezaba a tener un cierto interés por conocer la AMORC (Antigua y Mística Orden Rosacruz), Orden presente en España desde 1978 y de la que había oído hablar en varias ocasiones en círculos de amistades que también estudiaban ocultismo, magia y kábala. Así que cuando recibí el regalo de este libro que habla sobre el arte de leer los horóscopos y diagnosticar las enfermedades, todavía sentí más curiosidad. Pero parece ser que no era el momento de profundizar en su trabajo. 

Pocos años después, descubrí que una sede de los Rosacruces estaba a una calle de donde yo vivía,  (me queda claro que cuando no es el momento, no hay nada que hacer). 

Pasaba por delante de su Logia cada día pero nunca me había fijado en la pequeña placa de la pared que ponía "Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz", porque de cara a la "galería", aquello era una tienda de venta y reparación de ordenadores, y la sala perteneciente a los Rosacruces estaba en el interior, invisible a ojos externos. 

Por aquel entonces, había tenído un sueño en donde se me aparecía un escudo, pero no sabiendo qué significaba aquello, no le dí más importancia. Pocas semanas después, descubrí la Logia Rosacruz de mi barrio y me presenté allí para informarme de sus actividades. 

Grande fue mi sorpresa cuando entre en la sede Rosacruz, y vi un cuadro con una figura que llevaba el mismo escudo con el que yo había soñado algunas semanas antes.  

Preguntándole quién era el personaje del cuadro, al hombre que me atendió, que en aquel momento yo no sabía que era uno de los altos cargos de la Orden Rosacruz de Barcelona, me dijo que el de la pintura era Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona y Rosacruz. 

Tiempo después busqué información sobre este rey y no encontré datos que confirmaran que era Rosacruz, pero si bastantes en los que se dice que era Templario, de hecho (por poner uno de los muchos datos encontrados), en la catedral de Notre Dame-et-Saint-Castor (Nimes, Francia) hay una vidriera dedicada a él y en su capa aparece una la Cruz del Temple.  

Después de esta experiencia, no me lo pensé más y me afilie a la Orden Rosacruz, en la que estuve algunos años estudiando, y aunque sus lecciones me gustaban mucho, la actitud de algunos de ellos no, con lo cual y pasado un tiempo, me di de baja y no volví a aparecer por la Logia.

Posteriormente ingresé en la Orden de la Aurora Dorada (Golden Dawn), en la que también estuve algunos años. 

He de decir, que aunque algunas cosas de estas Ordenes esotéricas no me gustaran, sus enseñanzas eran buenas. Con ellas aprendí y me desarrollé en parte, como la persona que soy hoy. Es por ello que les estoy agradecida y por lo que guardo un buen recuerdo de esos años pasados. 

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